lunes, agosto 14, 2006

Ese lugar en el mundo (2a parte)

Anoche al acostarme podía ver la Luna desde mi cama. Era media luna brillante, muy blanca. Me quité las gafas y se convirtió en una mancha blanca, borrosa. Entonces supe que en la noche fría que me esperaba las pesadillas me asaltarían. Así que como discutí una semana antes -o dos-, me puse a escuchar las variaciones GoldBerg para irme a dormir. Como bien se dice en la wikipedia:

Según explicó Forkel, en la biografía de Bach que publicó en 1802, las variaciones le fueron encargadas por el conde Kaiserling para que el clavicordista de su corte –Johann Gottlieb Goldberg– le entretuviese con ellas durante las noches de insomnio del conde, haciéndole tocar al joven Goldberg una u otra de las treinta variaciones. El conde recompensó de forma generosa a Bach con un grial de oro que contenía un centenar de louis d'or, el equivalente a 500 táleros, casi el sueldo de un año como cantor de Saint-Thomas. La obra ha llegado a ser una de las piezas más apreciadas por los amantes de la música clásica.


Aquí las pongo, para demostrar una vez más que en este Caos Infinito mal llamado Internet, está todo todo todo y eso cuando me da por recordarlo me provoca una felicidad similar a la que experimentaba en mi niñez -ya fuese con Dragon Ball o jugando en el parque-.


Después de escuchar las variaciones Goldberg en su versión del año Naranjo, recordé ese lugar en el mundo. Pronto se cumplirán dos años de uno de los momentos más auténticos que he vivido. Más que por lo que pasó, es por lo que sentí. El lugar es lo de menos. Al principio siempre iba conmigo, lo tenía muy presente. Intenté enseñárselo a los que tenía más cerca, pero ellos no podían comprender. Y eso me entristeció. Después pensé que lo que sentí allí era una ilusión, un espejismo. Y si eso que tan auténtico fue en su momento se estaba tornando una ilusión, ¿dónde quedaba todo lo demás? Nada valía la pena.
Ahora estoy contento por que al observar esa luz blanca, pude volver a ver esa montaña nevada. Y era auténtico. Real. Como el niño que bajaba corriendo y que no entendió una palabra de lo que le dije. El mismo niño que repetía su nombre como una letanía. Siempre he apreciado la reiteración.

Para mi esto funciona así. Los lugares especiales en el mundo para uno dependen exclusivamente de uno y de algunas circunstancias -inesperadas y fascinantes-. La geografía suele ser lo de menos. Suele importar más la companía. Puedes irte a la otra punta del mundo y que sea mucho más especial una visita al bar de la esquina -sobretodo por la camarera-.

Quizás por eso le tengo tan poco apego al lugar en el que he vivido hasta estos últimos tiempos convulsos: mi casa. Mi habitación se ha ido convirtiendo cada vez en una estancia impersonal que está anclada en el pasado, y esa persona del pasado ya no soy yo. Sólo un par de cosas que hay en ella concuerdan conmigo hoy en día. El estar anclado en el pasado es un error muy grave; pero el recordar esos lugares especiales en su momento puede llegar a ser maravilloso.


Soy Michael Scofield y SÉ lo que debo hacer. La salida de este Infierno la tengo tatuada en el Alma. Sí, ya sé que eso no existe, pero ya no me queda piel. Vuelvo a finales de Agosto, hijos de Fox River.

Los lugares, las personas, los acontecimientos pasados te son devueltos por una canción, una imagen, una palabra. Que te aporten esa sensación de sentirte alegre por haber cruzado tu vida con ellos es cosa tuya. Exclusivamente.

Escuché el otro día esta canción en un antro. Trae recuerdos y por eso la pongo. Respeto.
Michael, caro mio, ¿te encargarás de la famiglia cuando yo no esté?

El Lunes vamos al Congreso Internacional de Matemáticas de voluntarios. El Martes dan las medallas Fields. Si puedo postear desde allí, mejor. Ya veremos.
Después de eso, empiezo a trabajar. A ver si puedo conciliar el sueño por las noches de una vez.

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