lunes, enero 08, 2007

Cartas

Hablemos de cartas. Pero no de cartas de cartomagas, ni de viciosillos jugadores de poker. Hablemos de epístolas -que viene del griego ἐπιστολή-. Empezaremos poniendo una canción que tenga que ver con el tema.



Sí, lo sé. No soy muy variado en la música. Y a mucha gente no le gusta Eminem. Pero incluso a los que no les gusta -ya sea por un lado o por el otro, es decir los que lo consideran mierda y los que lo consideran mierda comercial- esta canción les gusta. Y es que canta Dido.

En esta canción aparecen 4 cartas. Bueno, una de ellas es una cinta grabada pero está englobada en lo que aquí estamos considerando como carta. Lo importante es que esté dirigida a alguien, ya sea uno mismo; y no hace falta que sea enviada. En una carta por contra, sí importa cuando está enviada. La canción ejemplifica este hecho, y sin entrar en consideraciones sobre la principal temática de la canción -ese desasosiego en un fan que idolatriza demasiado a un cantante, y etcétera -, se ve claramente que los acontecimientos serían otros si el momento de cada carta hubiese sido también otro.

Lo que me gusta de las cartas es que nacen de la reflexión. Puede tenerse un diálogo de cartas reflexivas y profundas. Diálogos epistolares he tenido unos cuantos en mi vida, como todo hijo de vecino. Me arrepiento de haber truncado algunos, o de ni siquiera haberlos empezado como es debido. Cosas que pasan. A veces por que se han ido enfriando, a veces por que ya no queda nada que decir.

Me gusta recibir cartas -normalmente, en su variante electrónico-. A veces me obsesiona un poquito y entro mucho en mi buzón personal. De hecho, uno de mis propósitos para este nuevo año -entre el 136 y el 138- es entrar únicamente una vez al día a mi correo personal (Esto si no se produce una sesión spámica, ante la cual tengo activada una alerta para el móvil -como con el Google calendar!!!!-).

Puedo decir que hubo un tiempo en que he esperado recibir una carta de una persona en concreto. No la recibí. El mal oscuro hacía de las suyas y yo creía que recibirla hubiese sido bueno. Lo mejor. Incluso actué de forma poco ética para verificar que esa carta no era enviada por que no había sido escrita -ni lo sería-. Por suerte para mi y para los míos, esa carta ya no la quiero. Quizás me hubiera ayudado, quien sabe. Pero como en la canción el orden de las cosas es éste y ya está.

¿Por qué hablo de cartas? Pues porque cayó en mis manos una obra singular, imprescindible, maravillosa. La reseña por la que la descubrí es ésta, en CPI y no puedo mejorar lo que ahí se dice. Sí, es Feynman y el libro son sus cartas. Aquí está el libro. Y reproduzco la carta que le escribió a su primera mujer.

Arline:

Te adoro, preciosa. Sé lo mucho que te gusta escucharlo. Pero no te lo digo sólo porque te guste. Te lo digo porque me hace sentir un calorcillo por dentro cuando lo hago.

Hace muchísimo tiempo que no te escribo, casi dos años, pero sé que me perdonarás porque me conoces y sabes que soy tozudo y realista, y no le veía mucho sentido a escribirte.

Pero ahora sé, amada esposa, que lo correcto es hacer lo que he venido retrasando tanto tiempo y que antes hacía tan a menudo. Quiero decirte que te quiero. Quiero quererte. Siempre te querré.

Me es difícil comprender qué significa quererte cuando ya te has muerto, pero aún así quiero consolarte y cuidarte, y quiero que tú me consueles y me cuides a mí. Quiero tener problemas de los que hablar contigo. Quiero hacer pequeñas cosas contigo. Hasta ahora no me había dado cuenta de que podíamos hacer cosas juntos. ¿Qué podríamos hacer? Juntos empezamos a aprender a coser, aprendimos chino y nos compramos un proyector de películas. ¿Puedo hacer algo yo ahora? No. Tú eras la mujer de las ideas y la instigadora general de todas nuestras locuras.

Cuando estabas enferma te preocupabas porque creías que no podías darme algo que querías darme y que pensabas que yo necesitaba. No tenías que preocuparte. Como yo te decía, te quiero tanto y de tantas maneras distintas que no me faltaba de nada. Y ahora es más cierto que nunca. No puedes darme nada y aún así te quiero tanto que sigues estando en el camino de mi enamoramiento hacia cualquier otra. Y quiero que siga siendo así. Tú, muerta, eres mejor que ninguna otra viva.

Sé que me dirás que soy tonto y que lo que deseas es mi felicidad, y que no quieres interponerte en mi camino. Seguro que te sorprende saber que no tengo novia (salvo tú, cariño) dos años después. Pero tu no puedes hacer nada, querida, ni yo tampoco. No puedo entenderlo, porque he conocido a muchas chicas estupendas y no quiero quedarme solo, pero al cabo de dos o tres citas ellas se convierten en cenizas. Tú eres lo único que me queda. Tú eres real.

Amada esposa, te adoro de verdad.

Amo a mi mujer. Mi mujer está muerta.

Rich.

P.S.: Por favor, perdóname que no te envíe esta carta. No sé tu nueva dirección.

La historia de los dos es muy bonita: al estar a punto de doctorarse en Princeton, Richard decide casarse con Arline en el momento en que se le diagnostica una tuberculosis infecciosa, para darle la estabilidad que necesitará y por amor. Ella es coprotagonista de muchos episodios que acontecen en Los Alamos cuando Feynman trabajó en la bomba y que ya aparecían en el Surely you're joking. Pero esta vez descritos por su puño y letra. Y os aseguro que es cautivador.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado este post.
(resumiendo)
La canción... me encanta.
La carta... me ha emocionado.
Tu reflexión...me ha hecho sonreir.

veroFor dijo...

A mi tb m'ha encantat aquest Post. Tinc l'habitació plenes de cartes que mai seran enviades. No comento el Post en si que estic un pèl sensiblona!

Anónimo dijo...

¿No había un programa "Hay una carta para ti"?

So when you see me on the block with a glock screaming fuck the world like 2Pac I just don't give a fuck!