Punto de no retorno
La vida te lleva por unos senderos apasionantes. Unos días estás en el fondo del lodo y otros en la cresta de la ola. Hay épocas en las que no puedes apenas respirar, te falta el aliento; y otras en las que soplas como Superman. Lo mejor de todo, y esto siempre lo digo, está en los pequeños detalles. Las pequeñas cosas que te provocan grandes sentimientos. Por eso pienso haikus.
Paso los días leyendo, escuchando música, viendo pelis, saliendo de fiesta, proyectando y a veces, comiéndome la cabeza. Leo blogs. En los blogs encuentras de todo: blogs amigos que te harán descubrir ciudades, o que te hacen descubrir personas, blogs con tanta información que acaban por saturar y blogs que no dicen nada por que quien los escribe no tiene nada que decir. Estos últimos son producto de alguien vacío. Tan vacíos como el bote de champú que casi me mata esta mañana en la ducha.
Me he sentido como Ahab, persiguiendo la ballena blanca. Sólo que en mi caso -¿?- la ballena estaba en mi cabeza. En realidad perseguía una sardina, y para eso, mejor te vas al bar de la esquina y te pides una tapa -quinto, tapa, quinto, tapa, quinto, tapa- de boquerones. Y lo peor de todo es que me he arrastrado como un gusano, perdiendo oportunidades de oro de cazar pulpos, calamares gigantes y demás fauna marina por esta maldita tendencia que tengo a obsesionarme con las cosas. Una vez más, un mini-punto para el caballero: suspenso en la Universidad de la Vida, a ver que tal el cuatrimestre que viene.
Si días atrás dejé la odisea en el lodo de lado, hoy ya puedo cruzar el punto de no retorno. Ese punto que según como se mire se consigue alcanzando la velocidad de escape y dejando atrás el cuerpo celeste, o bien cruzando el horizonte de sucesos para caer en un buen agujero negro -de los de toda la vida. Cuando has cruzado ese punto, ya no hay vuelta atrás.
Tengo la manía de empañar los recuerdos. La verdad es que tengo bastante buena memoria, y no me refiero a que se me olviden las cosas: me refiero a nublarlas con un halo ficticio, a maquillar la realidad a veces dramatizándola o a veces añadiéndole una comicidad que en su momento no tenían ni por asomo. Sé que cruzando el punto de no retorno, un periodo de mi vida va a quedar sepultado para siempre. Y se acabó ya el pensar como deberían haber sido las cosas.
He disfrutado -es un decir- regodeándome en mi dolor, incluso se me ha acusado de creerme el único que sufría. Lo peor de todo es estar en posesión de la llave a pensamientos ajenos, y además utilizarla. Pero ahora ya todo queda atrás.
Escribo esto por que hace que me sienta mejor, y aunque sé que es probable que nadie lo entienda, en cierto modo es liberarse. Normalmente esto aparece en tinta sobre mi libretita negra, pero a veces va bien exponerlo y exponerse. Releo estas líneas y no sé si publicarlo. Pero mejor sacar todo esto a flote, por que ya lo dice la colombiana "No se puede vivir con tanto veneno"; y si alguna vez he tenido problemas en mi vida con mi vida, ha sido por tragar, tragar, tragar. Así que...
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